sábado, 18 de diciembre de 2010

M.C. Perales, "El Enrique Hrabina del tiki taka"



1984.
Si, 1984.
No el libro.
O la película.
El año.
Y porqué 1984 se preguntarán ustedes?
Si se están haciendo esa pregunta, es que se perdieron el acontecimiento más importante de la década del 80.
Pero tranquilos...no se preocupen....
Solo unos pocos entendidos saben de lo que estoy hablando...
Cuando uno les nombra ese año, les corre un sudor frío por la espalda, sus ojos se llenan de lágrimas y tienen que pedir permiso en el trabajo para irse de la emoción que les da.

Es que ese año....ese mismísimo 1984...un hecho trascendental cambiaría la vida de poquísimas personas, pero sobre todo la de una....la de nuestro protagonista de la noche.....la de Marcelino Casimiro Perales, más conocido en el ambiente como M.C.Perales, "El Enrique Hrabina del tiki taka".

Pedazo de apodo le pusieron en el ambiente....pero bien merecido que lo tenía...
La gente no lo podía ni mirar a los ojos, y cuentan que al único que se le animó lo encontraron 12 años después en el psiquiátrico de Villa Ortuzar, todavía haciéndose caca encima cada vez que veía la foto de Perales.
Es que tenía una prestancia, un charme, un no sé qué, que hacía que nunca pasara inadvertido...

Había nacido a dos cuadras de la laguna Soapette, en el Incogible Chaqueño.
La comuna se llamaba Chagar Ladeada, pero fue la imparable popularidad de Perales quién le prestaría su nombre definitivo: "La Imparable"...
De madre muda y padre sudoroso, se crió en la soledad de la espesura de un lomo de burro, entre alimañas salvajes de grueso calibre, tales como gerbos, cuises y alguna que otra lagartija.
Y se las tuvo que arreglar solito pobre...debía proveerse de su propio alimento (su madre lo llamaba siempre a comer, pero el nunca lograba escuchar a la pobre mudita...), ocuparse de su higiene sumergiéndose en las profundidades de la Soapette...
Pero se las rebuscaba bastante bien.
Los vecinos le tenían compasión, más sabiendo los tormentos a los que lo sometía su padre al llegar a casa cada atardecer...
Es que Don Ercilio Severino Perales era un hombre duro, de pocas palabras.
Había sufrido de pequeño la extirpación de su ojete y fosas nasales, en un hecho tan confuso e inexplicable que deberemos analizar con detenimiento en otra oportunidad.
Sí, el ojete. Una cosa increíble...

Así que cada tarde era lo mismo...los gritos, la culpa, el castigo, las lágrimas, el olor a bosta...

Pero una de esas tardes sería distinta, tan distinta que cambiaría de lleno la existencia de todos aquellos que moraban bajo ese techo de paja cubana...forever...
Cuando Marcelino llegó al rancho se dio cuenta que algo estaba mal...peor que de costumbre...
Su padre lo miraba con furia, con un odio inusual.
Había sobre la mesa un papel, con membrete del Instituto Latinoamericano de Desarrollo para las Nuevas Tecnologías Aplicadas al Descubrimiento de Nuevas Tecnologías para el Desarrollo Latinoamericano del Instituto.
El pequeño Marcelino, tan sólo un púber esmirriado, debilucho y amanerado no logró entender de que se trataba ese papel ya que no sabía leer ni escribir en inglés.
Pero lo que el papel decía era la terrible verdad que desencadenaría una sucesión de sucesos que se fueron sucediendo súbita, sutil y sosegadamente....subreptíciamente podríamos decir...

Su padre lo culpaba una vez más de sus problemas con el alcohol etílico, el paco, la coqueterías y las tostadas dietéticas 0 % grasas trans que tan mal lo ponían, todo consecuencia de su discapacidad para defecar de costado, y la posterior olfatura de lo evacuado.
Pero en ese papel decía algo más...algo que lo había puesto como loca...
Le informaban que sus días estaban contados, que si no se sometía a una cirugía a ojete abierto moriría en un plazo no inferior a los 10 minutos de recibida la misiva.

Severino descargó toda su furia sobre el pequeño enclenque, quien luego del tercer golpe de martillo recibido logró escapar hacia la espesura del bosque.
Pero ya era de noche, y en un intento desesperado por alejarse rápido de la situación, tropezó y cayó en las terribles aguas de la Soapette.
La laguna tenía fama de traicionera, fama acrecentada por la desaparición física de más de la mitad de los habitantes de la comarca, quienes al verse reflejados en sus aguas se abalanzaban hacia ellas, pensando que había seres subterráneos sobrenaturales viviendo en las profundidades de la misma.....si, ya sé, unos boludos....

Marcelino fue tragado por las aguas rápidamente.
Intentó aferrarse a la vegetación subacuática sin éxito, lastimando sus manos gravemente, y perdió el conocimiento al golpear su cabeza contra el cráneo de un chino muerto.
Experimentó sensaciones extrañas...soñó con ovejas eléctricas...un sueño que pareció durar años...

Cuando despertó, todo era diferente.
Le llevó un largo rato entender lo que estaba pasando.
Los médicos de la clínica intentaron calmar sus embates para desembarazarse de las correas que lo mantenían atado a la cama.
Le inyectaron un sustancia blanquecina que rápidamente lo indujo al sueño, pero esta vez logró resistirse a los tentadores brazos de Morpheo.
Y recién en ese instante pudo ver donde se encontraba.

No era una clínica ordinaria, sino un centro especializado con la más alta tecnología de punta.
Sintió algo extraño en sus brazos...como un frío que le calaba los huesos...
Grande fue su sorpresa cuando pudo observar que sus antebrazos y manos habían sido reemplazados por unos de metal oscuro, frío y brillante.
Intentó incorporarse para observar más detalladamente, pero al apoyar su mano derecha sobre la cama, la fuerza ejercida la perforó como a un trozo de papel.
No podía creer lo que estaba experimentando...tomó las correas con fuerza y las cortó de un tirón.
Buscó su ropa y escapó por la ventana.
Comenzó a correr y correr sin detenerse, sin mirar atrás...
Corrió durante horas...
No reconocía ninguno de los páramos en los que se encontraba a medida que avanzaba su travesía.
Hasta que por fin dio con una taberna, cubrió sus nuevos miembros superiores con su camisa y se encaminó hacia la puerta.
Preguntó al cantinero en donde se encontraba, a lo que este respondió (sorprendido por la extraña pregunta) que en la capital.
Marcelino no podía creer lo que estaba escuchando....la capital....Chango City...
El, que nunca había salido de su pequeño pueblo, se encontraba en la gran metrópoli de cemento.

El único parroquiano que se encontraba en la despensa se le acercó para preguntarle si quería comer, a lo que el joven mozalbete respondió afirmativamente, desconfiado pero superado por el cansancio y el hambre.

Acompañó al extraño a una pequeña cabaña donde fueron recibidos por la esposa del samaritano, quién se mostró sorprendida por las extrañas extremidades en forma de pindonga que asomaban por debajo del puño de la camisa.
El dueño de casa le mostró donde se encontraba el baño, para que el niño pudiera asearse a conciencia antes de sentarse a la mesa.
Marcelino se lavó rápidamente, y sentándose a la mesa con apuro notó algo extraño en los rostros de sus benefactores.
Fue ahí cuando el dueño de casa explicó a Marcelino que la comida tendría un costo, y este no era ni más ni menos que satisfacer a su esposa con las extrañas (y aparentemente irresistibles) extremidades del pequeño vagabundo.
Marcelino se negó rotundamente, pero al ver como la patrona le mostraba la vulva, pensó en la comida y accedió al pedido.

Comió con avidez, después del cansancio que le provocó el acto, caminó hacia el cobertizo y se tendió a dormir.
Sus manos todavía se sentían raras, pero empezaba a acostumbrarse a la situación, y a elucubrar los beneficios que podrían traerle...
Pronto su fama empezó a acrecentarse entre las damas necesitadas de consuelo de la alta sociedad, que acudían a el en sus horas de necesidad intima.
Pero a pesar de la fama y el buen dinero que estaba ganando, algo en su interior gritaba por ayuda...una necesidad no satisfecha todavía, que pronto lo enfrentaría a un peligroso desafío...

Marcelino ya tenía 21 añitos...pero nunca había sentido el placer de relacionarse físicamente con el sexo opuesto...
Las mujeres requerían de sus servicios manuales, pero no deseaban intimar con el debido a lo grotesco de su apariencia.
Sus hormonas estaban en constante ebullición desde hacía un largo tiempo, pero frente a la imposibilidad de satisfacerse a si mismo (ya que su virilidad sería desmembrada en un segundo por el poderío de sus garras) despertaba cada mañana erecto y mojado, cual seminarista con dignidad.

Una de esas tardes en que su libido estaba en llamas, un anciano de la tribu se le acercó prometiéndole la solución a su problema, que ya se tornaba desagradable para toda la comunidad...
Sacó de entre sus ropas una bolsa de terciopelo negro, y se la entregó al pequeño esbirro de satanás, quien tomándola con muchísimo cuidado la abrió lentamente, sorprendiéndose del extraño objeto que se escondía en el interior...
Era un artefacto levemente pesado, que constaba de una piola o piolín de algodón, en cuyos extremos se encontraban sendas bolas de color bermellón, de un material desconocido y brillante.

El anciano (a quien llamaremos de aquí en adelante "el maestro"), le explicó a Marcelino de que se trataba el objeto, y como lo ayudaría a superar su incontrolable padecimiento erógeno.



"Tiki Taka su nombre es, y rápido ser debes, joven padawan" dijo el anciano, a lo que Marcelino replicó: "¿qué decí culeao?", lo que sorprendió al Maestro, poniéndolo al corriente de que la tarea sería ardua y nada sencilla.

Cada mañana, antes que el sol saliera, caminaban por el borde de los mingitorios para concentrarse, encontrar la paz y comenzar con la tarea del día.

Las manos del joven marroquí eran fuertes y robustas, careciendo de la ductilidad necesaria para maniobrar con el pequeño objeto.
Frente a cada fracaso, la frustración se manifestaba en la consecuente polución incontrolada por el púber.

El maestro replicaba una y otra vez "De nuevo, joven padawan, de nuevo", a lo que Marcelino indignado respondía: "que mierda queré viejo choto, y quién eh el padaguan ese?"

Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, dijo Ubaldini, que después de arduos meses el joven aprendiz logró una técnica envidiable con el instrumento, calmando así al fin sus necesidades de nerpo.

Cada nuevo obstáculo al que lo sometía el maestro, era salvado con coraje y destreza inigualables.

Pronto comenzó a correrse la voz entre los parroquianos, adjudicándole al pequeño ojetudo más virtudes que el mismísimo aloe vera.

Su fama ya era inconmensurable, pero todavía sus habilidades no habían sido probadas en la mismísima meca del Tiki Taka, el "Chango City Tiki Taka Emporium of Arts and Technology".

Cada año se daban cita los más grandes exponentes del género: Armando "Bolas locas" Cavalieri, Tincho "Babyface" Zabala, y el mismísimo Alfredo "One Tooth" De Angelis.

Sería esta la prueba de fuego que el pequeño tullidito necesitaría para desterrar de si mismo el miedo al abandono y la dislexia? Podría Marcelino consagrarse como amo y señor del peligroso deporte? Se enteraría de que Leia era en realidad su hermana gemela?

El momento había llegado....al fin...años de lucha en el barro, de sacrificio y rocanroll, de orgullo y prejuicio, de sensatez y sentimiento, de nu y eve, se consolidarían en la victoria que le permitiría retornar a Calabria y enfrentarse a su padre como un hombre, y no como el débil hijo de un obrero metalúrgico desojetado.

Sus rivales ya estaban allí, al costado del cuadrilátero, analizando cada uno de sus movimientos con desdén y lujuria.
El público, temeroso de sus dotes, lo observaba con admiración y empacho mal curado por una gitana de dudosa procedencia.
Estaría a la altura de su tan mentada reputación como tikitakista y taxi boyager?

Ese era el día, y ya no habría vuelta atrás: 32 DE FEBRERO DE 1984

El primer contrincante, un ruso apodado Gerardo, comenzó con los movimientos.
Su destreza era admirable, y sus pestañas más aún.
Il piccolo Marcelino no dudaba de sus dotes, pero sus nervios de acero estaban pasándole una factura de la luz que no había pagado en su oportunidad, procediéndose a la interrupción del servicio si no se regulariza su situación en 48 horas hábiles.

Era su turno....pero su tiki taka resbaló y cayó pesadamente al sopi.
El estadio enmudeció por unos instantes...la concurrencia, boquiabierta, no creía lo que sus ojos veían.
Era este el fin de Marcelino pan y vino?
Podría el pequeño malparido recuperarse de su involuntario error y subsanar la caída?

El joven se arrodilló, elevó sus ojos al cielorrazo de corcho lleno de humedad, y dando un salto hacia atrás y una posterior tumba carnera invertida hacia el fondo inclinándose en cruz con forma de trapezoide Gaussiano, tomó su tiki taka y comenzó su rutina.

El público no podía creer lo que veía, y poniéndose de pie ovacionó al niño hasta el estrabismo.

Los jueces no necesitaron ver más.
Marcelino había triunfado.

Lo sostuvieron por el escroto, y llevándolo en andas lo sodomizaron al por mayor, tal como era costumbre en las sociedades evolucionadas.

Tomó el último tren a Londres, donde su fama se desparramaría como sífilis en pabellón evangelista.

Paseó sus dotes para el tiki taka y la insuflación de la cholga en ámbitos tan dispares como universidades, pilcherías, transportes de carga y consultorios odontológicos propios, sin período de carencia y solamente con una orden de consulta.

Su fama recorría el mundo, pero a la vez fue mellando la humildad del joven Marcelino, quién comenzó a hacerse llamar "El Mesías" y realizaba milagros de menor calidad, tales como convertir la paleta en jamón, y el Terma en Seven Up.

Pero en el último avión que debía tomar antes de terminar la gira, divisó en lontananza un figura conocida, que lo llenó de sorpresa y retorcijones.
Era su maestro, el viejo, quién se acercó a el y muy dulcemente lo abrazó y le dijo: "Quiero el 30%".
Marcelino montó en cólera y dengue, y golpeó a su antiguo tutor en las gónadas.
El viejo, ya sin fuerza, le arrojó una vinchuca envenenada y lo maldijo con el mal de garchas: "You shall not pass" le dijo, copiando la frase utilizada por el mago Gandalf en "Volver al futuro 1 - La comunidad de Anillaco".

Marcelino subió raudamente a la aeronave que lo llevaría de vuelta a encontrarse con su padre (quien ya contaba con un ojete ortopédico) y a su madre muda, que le diría algo que el jamás entendería.

Su sobervia y frigidez no lo dejaban ver, y en un rapto de locura tomó el mando de la aeronave convencido de que su naturaleza divina le permitiría volar la desvencijada avioneta bimotor, la cual se encaminó hacia tierra a los 3 minutos de haber despegado incendiándose inmediatamente.

Toda la tripulación pereció al instante, menos el pequeño Marcelino quién, ya prendido fuego y semi desfigurado por la mordedura de la vinchuca asesina, solo atinó a decir una sola palabra: "Ditto".
Por desgracia nadie sabía que se trataba de una escena de la pelicula "Ghost", ya que para el año 1984 la película ni siquiera había sido filmada, lo que comprobó los dotes proféticos del joven Marcelino, quién a partir de ese momento sería considerado un guachito sanador.
Gentes de todas partes del país se acercaban a la tumba del guachito, y frotaban el esqueleto mal conservado del santo patrono del tiki taka, llevándose como recuerdo alguna pieza dentaria o en su defecto una falange en descomposición.

Años han pasado desde ese fatídico 1984, pero hay quienes aseguran que todavía ven el fantasma de Marcelino acariciándoles la argolla a los más necesitados.

Así que esa es la historia del pequeño Marcelino Casimiro Perales, "El Enrique Hrabina del tiki taka".